La relación entre el sufrimiento: vida y obra de JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

  POR: HAROLD JEANPIERRE GUERRERO BELLO

José María Arguedas, un escritor extraordinario y una de las mejores imágenes de la narrativa peruana carcterizó su obra con un modelo que refleja las vivencia  propias.

Arguedas muestra en sus escritos un sufrimiento inacabable, una agonía que se genera desde las injusticias que hacen incapie a los abusos de autoridad, a los abusos de poder de un personaje autócrata, frente a un miserable indígena que por su situacion, tiene que soportar abusos, vergüenza, burlas. Todo esto fue experimientado en carne propia por José María Aguedas, que por cuestiones del destino  soporto por parte de sus familiares así lo confieza en el articulo: “YO SOY HECHURA DE MI MADRASTRA”.

VOY A HACERLES UNA CONFESIÓN un poco curiosa: yo soy hechura de mi madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre en segundas nupcias con una mujer que tenía tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeño me dejo en la casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad del pueblo; tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí. Mi cama fue una batea de esas en que se amasa harina para hacer pan, todos las conocemos. Sobre unos pellejos y con una frazada un poco sucia, pero bien abrigadora, pasaba las noches conversando y viviendo tan bien que si mi madrastra lo hubiera sabido me habría llevado a su lado, donde sí me hubiera atormentado (risas).[1]

Esto tiene que ver mucho con el desarrollo intelectual de las personas, porque vivir maltratos como los que nos cuenta, tiene muchos daños irreparables en el ser humano; no obstante, Arguedas pudo soportar, pudo sobre salir. Así que decidió continuar sus estudios superiores en la  ciudad de Lima; estudió antropología en La Universidad Mayor De San Marcos. Dándose la grata sorpresa de no ser rechazado como lo imaginaba sino más bien se dieron cuenta de la clase de persona que fue José María Arguedas, como nos podemos dar cuenta:

Apasionado por la reivindicación  de la cultura del  indio, vino a Lima  e inicio estudios de antropología en la Universidad de San Marcos.

Estaba convencido de que sería mirado con desprecio por sus compañeros de estudio, pero grande fue su sorpresa cuando fue recibido con la mayor cordialidad, por dos distinguidos estudiantes: Carlos Cueto Femandini y Luis Felipe Alarco quienes; apenas lo conocieron, se dieron cuenta de que era un hombre extraordinario.[2]

De seguro quien haya tenido el placer de conocer de cerca a José María Arguedas, hubiera hecho lo mismo que estas dos grandes personas. Quienes pudieron darse cuenta de lo extraordinario que era esta eminencia de persona que como natural del campo, era modesto, sencillo; puesto que Arguedas nunca imagino que sus escritos llegaran a obtener el gran valor que tienen para muchos hoy en día.

Ahora quien leyera los escritos de Arguedas se puede dar cuenta que guardan una gran relación con la vida que pasó, pues luego lo plasmó en sus escritos como lo pueden apreciar:

El escritor peruano proyectó el niño que fue en Ernesto, personaje principal de algunos cuentos de Agua (el que da nombre al libro y el titulado «Warma kuyay»), y también el protagonista de la novela Los ríos profundos. Otros yo del autor se harán tangibles en el personaje de Juan, del cuento «Los escoleros» (Agua); o en Santiago, el motor de la acción de los relatos de Amor mundo. Todos ellos, al igual que el autor, son hijos de un Misti y han sido criados por los sirvientes, como también el niño anónimo que aparece en «Doña Cayetana», los personajes innominados  de «Orovilca» o «La muerte de los Arango»; ejemplos en los que el autor se va implicando –a través de otros nombres– en una misma realidad.[3]

Dentro de todo sus escritos, sobresale el incomparable cuento “El Sueño Del Pongo” donde se muestra un hombrecito pequeño, miserable que cumplía el rol de pongo, quien no paso de ser una burla para su patrón, quien  era una persona cruel por el hecho de ser un Misti; se la pasaba burlándose del pongo, pues eso hacían ellos por su forma de pensar sobre las demás personas, creían que el resto eran cosas como citaremos que:

Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo. Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.

-Creo que eres perro. ¡Ladra! - le decía.

El hombrecito no podía ladrar.

-Ponte en cuatro patas - le ordenaba entonces-

El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

-Trota de costado, como perro - seguía ordenándole el hacendado.

El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.

-¡Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.[4]

Tan fuerte es el efecto del dinero en las personas, que se vuelven ciegas, algunas déspotas que no ven la realidad, esa realidad la cual todos están en un mismo nivel, en el nivel terrestre, y mientras estén en aquel nivel, todos serán los mismos. Pero, lastimosamente ese afán de tratar mal al indígena no ha cambiado desde que empezó muchos años atrás y hasta el día de hoy se sigue trasladando de generación en generación.

Se puede afirmar, que de la vida a la obra de José María Arguedas existe una gran relación en cuanto al sufrimiento que vivo nuestro escritor y que tiene mucho reflejo en sus escritos.